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este pensamiento y con los ejemplos de mis sant-:>~ predilec– tos me mantuve sereno y animoso. 11:[e parecía que no era yo, sino otro, el azotado y despojado. 64. - Tra.nsigiengo con Ba.rra.bá.s. Pero la misma serenidad y luaidez de juicio que en todo momento me acompañaban, me hacían comprender lo indis– pensable y apremiante ele algún abrigo o vestido, so pena de que aquel mismo día se helara la sangre de mis ve'nas. Era pues preciso recuperar a todo tl'ance y a cualquier pre– cio las prendas que me habían sido arrebatadas. Por el mo– mento no sentía frío a causa del eficaz vapuleo l"eciente; iper,o despuésW Aquí de la p1·udencia, maña y al:te. l\Ie vol– ví a mis verdugos y atorn1entadores con el rostro más lindo, afable y sonriente y les estreché cariñosamente las manos, y aun les dí las gracias por el favor que me habían heého ayudándome a sacudir el frío que me tenía agat·rotaclo. "Pe– ro ahora, les digo, para conservar el ealor que vosotros ha– béis desarrollado en mis espaldas me hace falta algo de ropa. Y vosotros, tan amantes de la elase pobre, de los humildes :y de los que sufren, ¡me váis a negar este favor?". Esta salida mía, inesperada, festiva y humorística fué muy cele– brada y obtuvo los más dichosos resultados. Inmediatamen– te me fué devuelta mi chaqueta. ¡Ya era algo l Decidida– mente trimlfaba de Barrabás. Este bribonazo, asesino por temperamento, insiste conmigo en qt1e sin más tardar les apronte a él y a los suyos el dinero por ellos exigido y por nosotros ofreeiclos como precio del rescate ele los tres mi· sioueros captw·ados. "Lo prometido es deuda, le dije yo, y se os pagará escrupulosamente lo que todavía falta". El. - Es que habéis de añadir a lo convenido este catálogo de medicamentos. Yo. - ¡ Ah, no! ¡Eso no l No se os dará ni 1ma bolita de quinina más de lo prometido. Y eso sean cua– les fueren las amenazas que nos hagáis; sean cuales sean los tormentos que me upliquéis. No tengo ningún interés en seguir viviendo en este mundo miserable". El. - "Pues consíguenos a lo menos lo que nos prometiste, y aeto contí– nuo podrás volver a tu casa". Poca confianza me podían -78-
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