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ojos una to1'11l resignació11 y conformidad con su suerte; res– plandecían en él una modestia atrayente y una obecliencia a toda prneba, juntamente con otras virtudes naturales a las que faltaba poco para ser cristianas. Para tm espíritu obser– vador y creyente ¡ qué figura más interesante y simpática la de aquel hombre naturalmente cristiano! Pocas palabras hablé con él; pero desde que apareció entre nosotros no pude menos ele quererte y favoi·ecerle en la medida de miJl pobres recur– sos ... Le obligaban a ejecutar las ce1·emonia más ridículas; le hacían ponerse a cuatro pies, montando sobre él como sobre 1111 caballo; le golpeaban hasta romper a lgnnos palos sobre su cabeza, sfo que él pronunciara ni un ¡ay! ni una palabra. Un buen día le echamos en falta. Pregunto por él, y el estn– clian te Li me notifica que le han cortado la cabeza. Lamenté de veras la desgracia de aquel buen hombre, decapitado por i'mico crimen ele preocuparse durante unos momentos críticos :'. en forma accidental ele la segnridad de sus prójimos, aldea_ llOS pacíficos como él. Entonces di con la clave de aquellas virtudes que reflejaban en su rostro de sentenciado a muerte. Ei-a que desde el primer día de su cautiverio se resignó a morir; temía a los rojos, sin duela l)orque los conocía bien. i::lus hermanos levantaron el cadáver y lo sepultaron en los campos ele la familia . 58. - Mis prácticas piadosas. Las hacía puntual y metódicamente . Comenzaba el día con el Angelus Domini, al que seguían las letanías de todos Jo:; santos y una hora más o menos, ele oración mental. Y esto, lo m;smo cuando descansábamos e11 las cuevas como cuando coníamos por los montes. En lugar del ofiei~ divino rezaba las oraciones señalada~ por lnocencio IV, puesto que ca1·ecía de Breviario, y varios rosarios al dia, con invocacio– nes a los santos y santa de mi mayor devoción. Creo haber dicho cómo conseguí que un cliinito me regalara su rosario, objeto para mí de inestimable valor. Bendecía la comida con la bendición que se acostumbra en uuesh·os conventos; cere– monia que extrañaban mucho los rojos, aplaudiéndola unos y l'idiculizáuclola otros. :lfucbos por verme hacer la señal de la cruz me ofrecíau buenos trozos de vianda ele que comían. - 73-

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