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me al frío, pasé el resto de la noche 1iracticanclo la gimnasia sueca. Al día siguiente mis compafieros se levantarou con– gestionados; yo en cambio me sentía bien como en 1uis me– jores tiempos. Al rayar el día, nos apresuramos a pedir co– mida; pero los guardianes no reparan en esas minucias, y nos dicen que nos preparemos para continuar el viaje del día anterior, que por falta de tiempo había quedado incom– pleto . No me disgustó la orden. Andando combatiríamos mejor el frío. A los infelices cautivos nos armaron de sen– dos fusiles (sin mUJiiciones, ¡ claro está.!) y con ellos al hombro, en t raza de pedectos comun.istas, hicimos algunos kilómetros, hasta qne al'l'ibamos al pequeño poblado de Lao– tsuang, situado a la izquierda del arroyo que corre por la encañada de Uing-ting-tsuau. ¡Y aquí, grau gandeamus; 110s dieron tmas tazas de maíz molido! 44. - Un misionero leñador. En esta época de nuestra cautividad estábamos a las ó1·– denes del famoso facineroso L iu-yuen·san, si bien prácti– camente más depeDdíamos del teniente Sing Tsao, má..~ hu– mano y condescendiente que su superior inmediato. A este, que en más ele una ocasión me había complacido, le dije el mismo día que entramos en Lao-tsuang: "Ya vt',s, mi caro teniente . Hay aquí arbolado abundante cou leña dispue¡¡ta para el fuego. 6Por qué no aprovecharla? Vosotros tenéis mucho frío; y nosotros más todavía. En esta ladronera va– mos a estar mucho tiempo, ¿verdad? Pues entonces nosotros los cautivos traeremos del monte todo el combustible que sea necesario. No nos escaparemos; no temas . Eu cuanto a mí, empeño mi palabra de misiont-ro católico de permane– cer sujeto a vosotros por todo el tiempo que queráis; y los demás prisioneros tampoco inte1üarán evadi1-se si los tenéis al alcance de vuestros fusiles . Permitid11os trabajar siquie– ra para tener derecho a la comida". Razonamiento tan jus– to halló favorable acogida en nuestro teniente, y en conse– cuencia empezamos a acan-ear leíia de los ce1:ros vecinos. San Lorenzo, el de las parrillas, 110s ayudaba. Juuto a la amable fogata se nos lrncían breves las horas del día y - 61
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