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sin quizá la tlllllba de nuestra libertad. ¡Libertad! ¡Libel'tad ! ¡Cuántas veces resonaron en mis oídos durante aquellos días los acentos del liimno Argentino! La ladronera nos aeogió cou aspeeto severo y poco humanitario. Nos señala1·on por mora· da un cobertizo sin luz ni afre respirable . Nuestros amos se zamparon cuanto en aquel lugar pudieron haber a las ma– nos y a la boca, dejándonos a los demás con nuestra hambre 11tt·asacla no satisfecha con los frutos silvestres (basaruaka.t– zak) del camino. Por arte 'de birlibil'loque conseguí un pu– ñadito de granos de maíz y me los engullí enteritos. No era sin embargo la falta de alimentos nú mayor preocupación. Lo que más me p1·eocupaba y alarmaba era el frío glacial que se dejaba sentir en Ping-tingt-tsuang, que tal era el nombre geográfico de nuestl'a simpática ladronera. Nues– tra cama en el cobertizo era la desnuda y helada tierra. Pa– sar sobre ella una sola noche era comprometer cuando me– nos la salud. Yo no sentía ningúil apego a la vida, ni temor alguno ante la muerte. Ahora que disfruto de la libertad echo ele menos aquella resignación, aquella santa indiferen– cia con que hubiera entonces abrazado lo mismo la vida que la muerte. Comprendía, con todo, que era situ1Jle usufruc– tuario ele mi existencia y que debía conserva1·la en el mejo1· estado posible hasta que Dios se sirviera pedírmela. Y así ad!>pté mis medidas para. defenderla contra todos los rigo– res de los elementos y de la adversa fortuna. Cont1·a1·iando la costumbre que había observado hasta establecernos en Ping-ting-tsuang, me coloqué entre los demás prisioneros. sin repa1·ar en los incontables parásitos de que estaban lle– nos. Antes me causaban invencible repugnancia 110 sólo los. inde·seables parásitos sino también los individuos que car– gaban con ellos . ¡ Y ahora buscaba su compañia y contacto l Pero aquellos cuerpos me parecen témpanos de hielo y el frío me penetra basta los huesos. Los rojos, tendidos l'tl ti– bios y placenteros kangs duerme a pierna suelta y roncan escandalosamente. Para mí la situación era insoportable. Me levanto y voy a protestar contra aquella inhumanidad ante los centinelas que custodian la entrada de la cueva. Ellos me contestan que obran obedeciendo órdenes superio– res y qne me conforme con mi suerte. Decidido a no rendir- -60-

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