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que he cometido contrn él. Aquí me quedo yo bendiciendo su misericordia. Vosotros no os aflijáis; volvéos tranquilos a Sanxelipú :r decid a los padres misione1·os que estoy muy bien; y a mis cristianos que sirvan con fidelidad a Tien-Tzu, Señor de las alturas". Los generosos embajadores, despoján– dose de sus chaquetas de pieles, me las ofrecían con insisten– cia. No quise aceptarlas, aunque me hallaba en extrema ne– cesidad. Los despedí cariñosamente, agarré una rama desga– jándola de su árbol para que me sirviese de báculo al pasar los ríos y nos internamos por los bosques en direcció11 del sol naciente. 42.-Suspensión de mi huelga. de hambre. Mi suerte estaba echada. No había más remedio que con– formarse con ella. Se sabía ya en toda la corporación que yo llevaba unos cuantos días sin tomar ningún alimento, 'y se atribuía a que yo necesitaba y exigía manjares especiales. ¿Qué quieres comed, me interrogaban nuestros vigilantes. ;<Nada extraordinario, eontesté; dadme patatas, manzanas. peras, un poco de pan, uvas, y cositas así ... La cal'lle, no se me da nada que falte". Quedaron escandalizados por mis exorbitantes exigencias. Meneando sus cabezas repetían mis palabras: manzanas, peras, uvas .. , ja, ja; que se las mande su abuel~ta. Viendo que la huelga de hambre no me daba nin– gún resultado satisfactorio y que amenazaba acabar con mi arrastrada existencia, me decidí a quebrantarla pública y so– lemnemente, comiendo todo lo que me daban, y pidiendo lo que no me daban, y aun echando el guante con disimulo y astucia a los sacos de provisi{)nes de los deJUás. ¡ Había que ser comunista de verdad! Hasta la teología. católica da por bueno este comunismo en casos de extrema necesidad. En adelante no andaría con remilgos. Con mis palillos en las ma– nos disputaría a los demás piaotze los granos de mafa que so– brenadaran en el caldo insustancial del cacharro común que se nos servía. ¡ Aquello iba a ser divertido! Por este tiempo encomendaron la alta dirección de los cautivos a Sing Tsanti, natural (según mis conjeturas) de 'l'seng-tsuang-pú, de familia cristiana, aunque él mismo no estuviera bautizado. Nuestro nuevo inspector conocía a Tseng- - 56-

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