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lo que pedimos por tu rescate ... , tú verás "lo que es bueno". .A.~í habló Kao-kang; y Wang-tai·txi, y Lin-tze-ta y demás jefes rojos no hfoieron más que confirmar la perorata del ha– bladorazo coróuel. El seling por su parte añadió algunás pa– labras, haciendo resaltar los puntos más luminosos del discur– ~o de Kao·kaug. 'Sabemos -elijo- por los habitantes de San– xelipú lo que sucede cada vez que hay un atropello odgina– do por gentes e:drañas : el Gobierno interviene siempre en fa– vor de la Iglesia. Vosotros tenéis a vuestras órdenes la poli– cía rru·al; disponéis de ella a vuestro antojo. Queremos in- . mediatamente sus armas con municiones y caballos". Habi– tuado ya a estos pada.me11tos, les repuse eon toda cachaza : "Eu todo lo que habéis dicho erráis de medio a medio. Del gobierno chino no hemos reéibido jamás ningún favor pecu· niario, como tampoco de ningún otro gobierno europeo ni -americano. Obramos por nuestra cuenta y eon recursos pro– píos y con los que nos propo1·cionan los bienhechores. El go– bierno chino garantiza nuestros derechos al modo que todos los gobienios de las naeiones civilizadas garantizan los dere– ·Chos de los ciudadanos extranjeros que 1·esiden bajo su juds– -dicción respectiva. Y a pesar de los daños y perjuicios su· fridos hasta ahora en nuestras casas misionales, todavía esta– mos por recibir de las autoridades cbiuas la primera mone– da en concepto de iude11mi.zación. Nosotros no tenemos ar– mas ni muuiciones. La policía nos defiende como en sn obli– .gación; pero no nos entrega las armas. En cuanto a medici· J1as, tampoco tenemos de ellas ningún depósito. - "¿ Que no tenéis medicinas!, me interrumpen. - Las compramos, na– ·da más. - , Y dónde las compráis 1 - En Sang-hai. Y si ·aquí no las hay, en Europa o en América. - Entonces. _.". Y vue!ta a la gaita y al estribillo obligado. "Escribid a Eu- 1·opa qne... etc., etc.". Y mientras no lleguen de EnrOJla los ,objetos que a los rojos se les antoja_pedir, aguarde usted sen– tado la hora de la libertad. ¡ Yaya una esperanza! En prest>n– ,eia de los temibles hung-txiung me dirijo a mis abnegados r e– .dentores, y les digo: "Ya veis que esto no tiene r emedio en lo humano, y hay que encomendar el negocio únicamente a Dios. Esta prisión mía no la considero como obra de hombres, sino como obra de Dios que de este modo castiga las culpas - 55-

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