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no pueden todos los soldados ele la 1·epública; pero nos. otros sabemos humillar a los sob~rbios y a los poderosos ... " Y aquí hace \ln recuento de todos los triunfos conseguidos por el ejército rojo bajo la sabia dirección del invicto Wang– tai txi. Y continúa: "Este extranjero, que se ex¡n·esa inco– rrectamente en chino, es 1m embaucador, un pérfido engaña– dor del pu'eblo. Las docti·inas que os predica son absurdas e insostenibles. El os dice que hay Dios; pei·o ¿ ti uién le ha vis– to t .Sostiene que hay eu nosotros UJ1 alma inmortal, que sobre. vive a la carne y sangre; pero ¿ quién la ha palpado? Tales doctrinas las aceptan únicamente los necios y los ignorantes. Nosotros los comunistas no comulgamos con esas ruedas de molino. Nosotros somos discípulos de Markexi y de Lenín, los dos hombres más grandes que ha producido la sabia Eu– ropa. Hoy el mundo es de los rojos. Eu China hay más de 100 millones. Y en el resto del mundo muchos más ...". Los moradores de Tseng-tsuang, viéndome ahora eubier– to de unos harapos repugnantes, apenas podían creer que fue– se yo el mismo que un mes antes pasó por aquellos lugares pomposo y boyante, caballero en u.na briosa ~' bien aderezada mula. Los excursionistas volvieron cín-gados de botín. Y no fué de los 1uen9s aprovechados mi guardián fray Ciruelo. 40.- En la cumbre del Tayng-po. Quizá sea esta cumbre la más alta de todas las que se ano– tan en los mapas de esta parte de Lungtung. Desde ella se ven claramente todas las cord.illeras qne constituyen la oro– grafía de Kiug-yang y de Iluo-sui. Es la divisoria de los ríos Tung-ho, afluente de Wei-ho, y de Huatxisui, tributario de Lo-ho. Los rojos, cómodamente montados sobre mulas adqui. ridas a título de bienes mostrencos, y los cautivos a pie, fui– mos escalando la gloriosa cima de 'fayaugpo. El seling, se sentó en lo más alto de la mole gigantesca y los demás le imi. tamos. Desde allí se dominan las sierra,5 ele Sanxelipú y las alturas de Ki.ng-yang. Estas vistas me invitan a serias re– flexiones. Un mes antes, desde la misma cumbre recreaba mis ojos con el espectáculo de aquel enca.ntador panorama. Pero entonces era Jíb1·e como los ciervos de aquellos bosques; -52-
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