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d<-1 mediodía, y los regnlares dominaban los cerros de la parte xPptentrional. En lo rrstante de aquel memorable día 15 de 11oviembre, los dos bandos contendientes no hicieron más que obsei-varse y amenazarse mut uamente con rápidas maniobras, como antaño en los tiempos de David y de Ooli,1t sucedía en el Valle del 'l'erebiuto entre !os israelitas y los fil isteos. Du· 1·ante la pelea fuí objeto ele manifestaciones poco amistosas de parte de los rojos. l\'Ie echaban a nú la culpa de lo c¡ue ocurría. "Estos soldados extranjeros han siclo enviados po;· aquellos dos compañeros tuyos que quedaron en l ibertad. i 'l'raidores ! Nos las pagarás tú todas juntas" . Y no perclo– nabau fieros ni bravatas . Para ellos el soldado reg,llar es un e¡¡,traJio en China. i\Ii guardián mismo, tan amable al amaue– cer, se había vuelto furioso a l atardecer de aqt1el día. Pero ¿ cómo hacerme a mí responsable.de lo que hicieran o dejaran ele hacer mis compañeros ele misión '/ Eu ese asunto yo me lavaba las manos. 36. - Una Retirada. fatigosa. La noche 1>uso térmjno a qneUa sangrienta jornada. Lo,:, regulares se retiraron a la fortaleza cle Utx_io y los rojos em– pn•ndieron precipitadamente la retirada hacia la gran Ba– rranca de Juyantsuang. l\Ii satisfacción fué grande al uo· menzar el nuevo itinerario, 1>recisamente porque era noct1u·. no. Hasta la noche anterior ignoraba yo lo qne fuese el tor– mento del frío; entonces lo a1>rendí muy bieú. Por eso has– ta que cesó mi cautiverio constituían para mí la más horrible pesadilla las largas y heladas noches de invierno en una uue– vn estrecha. En cambio ahora me parecía que caminando po· chía couser var mejor la temperatura nornrn!. 'roclo fué bien mientras anduvimos por las cumbres; pero apenas iniciamos el descenso'a la barranca, la cosa íué poniéndose más fea. Es– taba la noche oscurísima; ni m1a estrella en_ el cielo. Ibamos por un ribazo angosto y resbaladizo, bordeando 1111 precipicio. Se dió orden de no hablar, C'>n el fin ele ocmltar mejor nues– t1·os movimientos al enemigo y a la población civil. A los cau– tivos nos colocaron en el cent ro del ejército, sin duda para preservarnos ele cua lquier rual pensamiento o tentaeión ele -45-

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