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ehos peligros que hay en la vida ro.ia. Se expresa con timidez. y ~ltS mej illas naturalmente p,í!idas se henn'>sean con 1m bello tinte .~onrosado. El falso capuchino le rE>prenck iisp<'ra– mente, ~· en un lenguaje entreverado de blasfemias le aperci– be contra aquellos extravíos sentimentales, afirm,índole qu(· 110 ha~· Dios ni alma que sobreviva al cuerpo... "Errado estás. le digo al incrfdulo capuchiM", ~· defiendo con mis razones 81 simpático chinito qne. annqne bandido. se mantiene cre– ,l'<'nte. Todo ~I día H anduvimos subiendo y ba.ianclo <mestas. sin ingerir bocado. lTn pedazo de pan que me dieron se lo dí intacto a otro cautivo que se qnejaba de hambre. U11 cofra. de mío de alguna edad, cuyo nombre no 1·ecuerdo, y bastantP bien impuesto en nuestras empresas misionales, terció en la conversación, y entre otras cosas para mí muy compromete– doras declaró, ((ne "el misionero en China es todo 1m perso– naje, eompal'able a los mandarines de nuestras poblaciones lltás importantes". El muy pl>rficlo queda decirles con esto que cada misionero disponía. de una fortuna considerable, y que explotaran bien la mina que tenían entre manos. Por estas palabnls y otras pneeidas que había oído ya para entonces, veía cada vez más lejano el día de mi libertad. Yo les argüí - 40-

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