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la fantasía algunas cintas y adornos a 111 realidad. Pero esta vez no había engaño posible. Yo estaba bien dt.Spiarto y no temía ser víctima de ninguna alucinación. El capucl1ino en cuest,ióu era mi propio conductor, mi propio guardián. Lle– vaba el capucho calado. el pectoral en su debido lugar y el cordón a la cintura. ¡ Qué contraste, Dios mío! En poder de aquel capuchino de burlas iba yo con un pingaj? sobre la cabe?.a, en mangas de camisa, sin ninguna insignia o distin– tivo de la Orden, y llevando sobre el bomb1·0 hna cama. no 11ara mi uso sino pat·a el de cualquiera de aquellos sayones . Por la familiaridad qne tengo con el santo hábito, entro en conversación con el q\1e lo vestía. Kui-sing, & cómo es tu :iombre precioso', le pregunto. Y él me contesta. que Wa.nJ!'. rey. No me di,io la verdad. según supe más tarde. Su verda– dero nombre erá Li-yan·hai, que quiere decir ciruelo de sa– brosas frutas. Li ciruelo t>S joven como de 22 Rños, alto. for– nido y de mucha trastienda. Al principio me contesta seca· mente, con palabras ambiguas y poco veraces. A mí me inte– rPsa ganar el corazón y la voluntad de aquel guardián. Algo salí gan11ndo. Pronto depuso la hosquedad y el ceñ? duro de los primeros momentos, y a\ln se allanaba a satidacer a mi.s preguntas . Me di,io que era de la provincia de Shensi y de m1a poblnci6n poco distante de Sanyuen. Tenfa uoticias de otro.q muchos misioneros, atmque no había tenido trato con 11i11gnn'l ele i>ll os. No e.-; cristiano ni pieusa serlo jamás. Ha ¡:,icfo cocinero eu d iversos establecimientos y entieude de l111cer vestidos. No es ladróu; es kuntza. -ta.ng , comnni11ta. Con loi– laclrones ha tenido 110 pocos encuentros; y si se ha agregado a los comnnistas es porque estos -J'avorPcen a los pob1·es y combaten a los ricos que'son verdaderos tiranM. Añadió que /'11 la fraternidad todos se entendían muy bien. y te1úan por jefes a Wang-tai-txi, general; a Liutzeta, auditor de guerra: ~· a Sing-yan-ti y Sing Jrnang-ti como auxiliares del Oran f'onsdo. El no podía decirme a dóucle íbamos . Nm1ca me abandonaba, quería ser testigo de todo liasta de las acciones má.~ reservadas y personales . En nn descanso del camino se me acerca un jovencito. se quita respettlosamente la gorra y me pide una medallita. So~, cristiano, dice. y quiero una ima– irencita a~ la Virgen María para q'ne me preserve de los mu· - 39-
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