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tima; corría riesgo de malograrse todo el fruto cie nuestro paciente trabajo si el misionero no volvía pronto a ocupar su puesto; las obras de Sintxiajo estaban eu plena actividad bajo la dirección de Fr. Isidro; estaban ocupados .,u Kiug-yang varios operario.s los cuales no sabrían a qué atenerse no ha– biendo q 1 nien les diese órdenes. Tru1 poderosos motivos nos inducían a poner en juego todos los medios para obtener nuestra libertad; la ele w10 cuando menos, si no era posible la de dos o la de los tres. Trazamos nue~tro plan. Habla.da yo con el bandido ca.riñoso que nos acompañaba exp,miéndol e nuestros deseos de entrevistarnos c,,n el general; ? él, nuestro custodio, no se negaría segu1·amente Ji servirnos d!l i1iterme· diario . .Así fué. Apenas alcanzamos a LL1i-txia-miao se detu– vie1·011 todos; y los jefes sentados en cuclillas, JlOs hicieron llama1· y nos iuvítarou a acomodarnos en idéntica postui·a. No conociE'ndo a punto fijo a ningún caudillo, pr•ignntamos por el principal. Nuestro conocido Wan-tai-thl nos replicó que ellos eran todos hermanos e iguales, y no recono1•ían por tanto ningún superior; y que como comunista$ consecuentes todo lo tenían en común, aún la misma antoricl:id. f Pues con quién hemos de hablar 1 preguntamos. - Con todos t1osotros, contestó . El seling nos repitió las mismas palabras que pro– mrnció en la cueva; es decir, que ellos 110 erau Jad.·oaes sino comnnistas, enemigos de toda religión, geut!' sensata y bien iutencionada, honrada aunque pobre y necesitada. de todo; actualmente le.~ a.purnba la J'aJta de vestidos, de alimentos y medicinas. Escribid, nos dijo, a vuestros parientes, amigos o apoderados que os envíen para nosotros dinero o rn equi– valente en especie; y no hayáis temor. Estas últimas palabras encerraban mucha miga. Era darnos a entender qll~ nuestro cautiverio podía durar largo tiempo; todo el necesario pan comunicarnos con Europa para concerta_· el rescate. ¡ Estába– mos aviados! El seling, concretando más SLt pretensión. aña– dió: Entregadrio-s 50. 000 dólares y volveréis imuediatamente a vuestra misión. El terceto lle presos exclamó a coro: ¡ im– posible, imposible, imposible! No disponemos de esa cantidad ni en China, ni en Europa ni en América. Nos preguntaron por nuestros socios capitalistas o procuradores . .l:Iabíamos previsto la pregunta y teníamos preparada la respu.-sta. "No - 31-

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