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p.uerta 1)1·incipal de la casa y la golpean violentamente. Co– rremos a abrirla; pero antes de que llegáramos cede ella al empuje de fuera y cae pot· hs suelos, dando paso franco a los enemigos. Preguntamos por su jefe. pues queríamos par- 1amentar con él; pero 110 se oye ningún sonido articulado; 110 más que gritos furiosos, jllgar de anuas y feroces amena– zas. Ya creímos llegada nuestra última hqra. Atmque había- 1nos recibido ya antes la absoluci6n sacramental, Qnei-emos recibirla ahora de nuevo como por última vez. 1\Ie arrodillo. y me absuelve el P. Bartolom~; se arrodilla el P. Bartolomé, y a ~u lado fr,ay Isidro, y les doy la absolución. No había tiempo pat·a eonfe,sarse. En cuauto nos tuvieron a su alcance se lanzaron impetuosamente eomo fieras sobre nosotros, encañouándonos con sus pistolas ~- fusiles. y enJ'oc,í ndonos con sus linternas. Eu la oscuridad reinante no ¡rncle daunE- cuen– ta exacta de la suerte que corrieron mis compaiieros. Véase lo que hicieron conmigo. El primero que me alcanza me quita de la cabeza la boina. va.sea ,¡ue cubre mi calva. Yo protesto haciéndole saber que es regalo persoual ele: acredi– tado :fabl"icaute de txa.pelas tolosauo Sr . Elósegui. y que co– mo tal regalo no 1mede ser euajeuado. Pero mi prctc-sta 110 ha!Ja eco. La urbanidad uo cuenta para nada eu ei ceremo– nial ele los rojos. El segundo me auanca de tm tirón la bu– fanda qi1e rodea mi cuello. "• No ves que estoy fuertemeute resfriado?", le digo al beUaco; y él me conte:.ta: "':.'r.mbiéu nosotros tenemos frío''. El tercero r¡niere hacerse c~n mi correa de ca bal,\'.?'ar que utilizo parn recoge:· la togr. china. A mi me era lllll? co11Yeniente. ¡,ero por lo visto. al asaltante también. El cuarto se enamora de mi~ zapatillas. Las l1abía estrenado el mismo día. Cuauclo qniso saearme la segunda. ,o me resisto, y golpeando·firmemente en el ~uelo, clalll": "¡ Be– goofia !", im·ocaudo a la ,irgen del mismo n~mbre qne se Yenera eu Vizcaya. La invocación tuvo tal eficacia qtle no so– lamente se salvó la zapatilla amenazada siuo que la ya roba– da me fué devuelta inmediatamente. l;n qujnto inteuta pri– varme ele mis gafas; yo las defiendo con las man~s y con la lengua : "Las lentes no, Je digo con energía ; sin ella3 no sor hombre". La respuesta fué muda pero elocuente ~- aleccio– nadora: un rudo golpe en la cabeza con un instrull.l~nto cor- - 22
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