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do a la mis1na arm anando se decidan a, tomar estado y reai– ban el séptimo sacramento. Y la Iglesia debe ampararlas y cuidarlas en ciertas ocasiones y peligros morales o materiales al modo que en Europa o Au1érica auidaría l1ll padre cariñoso a sus llijas n1ás queridas. Propuse a rois dos aompañtros que– dar yo al cuidado ele las niñas y ']ne ellos se encom;,ndaran a sus pies; pero el Pach·e BaTtolomé, fija en la meut<' la idea de sn deber y de resJ)onsabilidad, contestó resueltamente : "Yo soy el 1·ector de aquí, y a 1ní me corresponde cuidar y defender la Santa Infancia; yo 110 me marcho; hag~n lo que les parezca". Al1te esta actitud resw~lta e it'l·evocable no me p11reció bien i11sistir más tiempo en mi idea; pero no~ daba lástima dejade solo en tan apwado trance¡ n q11.í hacer!, nos quedamos a su lado. L?s dos Padres tiramos nuestros cro- 11ómetros a un montón ele leña <¡ne allí cerca había. Fray Isidro metió su reloj dentro ele la media hasta la J)lanta del pie, defendiéndolo entre el talón y el juanete. Toi1·nliuada 11uestra consulta y hPchos algunos ])reparativos pasamos a la Santa Infancia, y allá encontramos a las pobres mujeres y niñaR acm·n1cadas en un l'incón de la habitación, aterroriza– das por los disparos de fusíl que habían oído. Quedarnos pues a la espera de los l1orrores qne el poder de las tinieblas des– encadenara aqnella noclie sobre 1mestras 1>ersoi:.::w. sobre nueslras casas y, lo que nos llegaba más al alma, sohre aque– llas inocentes asiladas, por cuya defensa. nos jugábamos la vida. Serían como las 8 de la noche. Noche osclU·a, "ºn al– gunas estrellas borrosas en el firmamento. No l1abfo Jnna. Descargas de fusilería en la calle, que sin interrumpirse del todo anecian o amainan al modo de una tempestad; gritos salvajes de la tropa asaltante; ayes lastimeros de hflridos, trotar furioso de caballos; fragor de armas de totla elase . Hora crítica; crueles instante$. 13. - A las puertas de la herma.na muerte. Un i·ayito ele esperanza nos alumbra todavía. 'fal vez no lleguen hasta nuestra iglesia, nos dijimos; qtúzá nos salve nuestra condición de extranjeros. ¡ Vana ilnsióu ! Prouto vino a desengañarnos ele ella la más brutal realidad. Llegan a la - 21-

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