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('l primer J:ámnlo corriendo a medio vestir. cou el espanto di– bujado en el rostro y exclama: ¡ Los comunistas están en la ea lle ... a cien metros ele nuestra casa!" Repentina y simul– táneamente nos asaltó a los tres el mismo pensami~uto: ¡El Sagrario! Y al sagrario voló el P. Bartolomé segtúdo de fray Jsidi:o, mientras yo me dirigía a la puerta principal para observar de cerca lo que ocurría en la calle. A los pocos minutos sentí que los bandidos estaban muy cerca, y pensan– do que aquella uoche bien podía ser la última de mi vida, corrí en busca de aliento y esfuerzo a la capilla. y allí trope– zaron mis ojos con tlll espectáculo emocionante: el P. Bar– tolomé (estrechando el copón contra su pecho, parecía querer huir y daba pasos vacilantes a lo la1·go de la nave; fray Isidro, con una palmatoria en las manos, rendía homenaje al Dios de la Hostia, arrodillándose y alzándose cada vez que el P. Bartolomé daba algún tropiezo . "Suma pro11to", grité a l Padre, y me contesta: "No puedo". Tan grande era su angustia, tan profunda su emoción. Entonces tomé yo el co– pón en mis manos pecadoras, y haciendo a fray Isidro partí– cipe de la refección sagrada, sumí apresura.clamenw todas las hostias del copón. En cuanto lo vacié, fray Isidro me lo arrebató ele las manos y echó a correr con él. "¡ E.h. he! le grito; tráigamelo acá, que hay que pm·ificarlo". - ''No hay tiempo, inteniene el P . Bartolomé. Dios no nos tomará en cuenta Jo que en este caso pequemos iuvolwitariaménte contra las rúbricas. ¡ Corra, Hermano!" . Y no lo dijo a uingúu sorclo. .Allá va fray Isidro más que de prisa a ocultar el copón y los cálices en el sepulcro del difunto P. Simón de Bilbao. 12. - Consulta urgente. ¿Qué bace1nos? nos pregttutamos los tres. Quizá~, a favor de la oscuridad de aquella noche podríamos huir ~T poner a salvo unestras vidas ... Ni pensar en eso. Allí teníamos la Santa Infancia, con s1L'l :10 niñas ele toda edad; 11iñas que en el mundo no contaban con otra protección que la de1 misio– nero a qnieu a boca llena llaman Padre. Las soc:ia'> de la Santa Infa11cia, una vez que se l1an acogido ,1 la Iglesia, se ereen propiedad de la misma Iglesia, y siguen pertcnecieu- -20-

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