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!os (lristianos viveu clisemfoados en sien,1s y valles Pxpue.'1- tos de continuo a las irrnpcioues de los 1·ojos. Lo <1ue impo1·– ta es distinguir la prndencia ele la carne de la prudencia del espíritu. Si llega a vucstl'o conocimiento, mis caros amigos. <Jue he caído otra ve:11 en poder ele los bauclid?s ¡ por :favor! no rne llaméis imprudente. 89. - Mi agradecimiento. Gracias infinitas a nuestros Señor "Padre de las miseri– eorclias r Dios de tocla consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones"'_ Gracias a mis amigos cuyos eorazones aobles. y generosos se angustiaron con la noticia -de mi cautiverio y se dilataron con la de mi libertad. Gra– cias a la prensa católica que en periódicos y re,•istas ha da– do a mi caso nna publicidad a todas luces inmerecida. Gra– eias al valiente regimient:> ele regulares ele Y'egnanfu y a sn clignísimo coronel Tsang-li-miug. Gracias a las congregacio– nes religiosas ele uno y otr_o sexo, a las abnegadas socias ele los ropel'OS misioua!es y a todas fas personas piaclo.sas que han tenido a bien orar por este servidor suyo. cautivo esta ,,ez de la gratitud. Por diversos conductos he tenido noti– eiM de que se ha orado inucho y muy fervorosamentr. Desde la 'I'artaria Oriental me escribia nn misionero belga de la con– gregación de Scheut: "Desde que supimos que usted había siclo apxesado por los bandidos hemos 01·ado sin intermi~ión todos los fieles de este distrito misional". Mucho se oró en toda.~ nuestras residencias chinas; mucho en la Provincia de Navarra-Cautabria-Aragón; mucho en el Comisariato de Ar– gentina-Chile: de tal suerte que, habiendo 1iacid? de nuevo el dla de Reyes del presente aüo, bien puedo decit· que <>sta vez soy hijo de plegarias más bien que de mi propia madre. Lo natural era que yo mm·iese en la prisión, y me inclino a creer que tal era ta1nbién la voluntad del Cielo. Sólo que la tierra venció al cielo opouiéndole, como en tiempos de M:ois~s. la omnipotencia de la oración. Gracias po1· fo1 a tí, benévolo lector. que l1as tenido pa– ciencia para leer esta btuuilcle c1·oniqui1la. Ruega tú también - 121 -