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/ circunstancias de la tt·aició11 y del rigui-oso castigo; pe1·0 el hecho es cierto. Se ha sabido además que el grueso de i;u ejército ha sido batido y deshecho completamente por los regulares, y herido su nuevo general Yang-sen. Algo má1, trágico todavía. Re citado varias veces e11 est~ relato al auditor del ejército rojo Liu-tse-ta. Las casa~ cll' todos sus parientes hau sido inc<'11diadas y reducidas a polvo; profanados y arados los sepulcros de sus may.ores, y un tío suyo y juntamente eo-n él otr.os 22 comunistas han sido cap– turados cerca de mi capilla de Sau Miguel de Yu-hu-rnio Kuo– tai-tze "y enterrados vivos cm1 los brazos sujetos a la espa l· da''. El hecho pa1:ece increíble po1· lo mon~trnoso; pero los chinos las gastan así. La bárban, sentencia fué ejecutada por los soldados del cói·1nel Tsu. El general .ele los regulares. es– pantado por lo sucedido. protestaba qne aunque los bandidos <le Lenín son nierececlores de los mayores castjgos, U'> ha~· justificació11 po~ible para tamf!iia barbarie 1¡ne es afrenta de la lnunaniclad. 88. - Conflicto~ entre la prudencia. y la cura de almas. Con vo~oti-ps hablo. mis queridos amigos de China, ele En– ropa y dt> .\utérica. que con 1:,olicitud e insistencia conmove– dora me rccymencláis mucha discreción, mucha moderal'ión. .v sobre todo m11cha prudencia . S61o que a veces resulta ni1 poco- difícil conciliarla con los debnrs que impone la cu?·a de almas en territo:·io u,fei;tado ele bandiclo.~. Después ele dos me.~cs de cautiverio había?º llegado a mi residencia ele l{ing. prng en la primera quincena de E>nero del presente año ele gracia l!l3-l. como queda dicho. A los pocos días (ei¡eribo esto el 15 ele mayo) se Ull' p:·eseutó trn cristian'l, habitante e11 la zona ele! protectorado i·ojo. diciéndome qne una cu11ada su~·a graYemt>nte enferma de~ea ba recibir los último.~ sacra– meu1 os. Sabedores del molivo de la visita los fámul~s ~· ca– lecÍtlnenos de la residencia se reunieron en solemne asamblea. ~- trai, la1·ga delibe,·ación acordaron por unanimidad que 110 co1wenía en manen1 alguna qne el misionero emprendiera IHJUel viaje peligrosn por la susodicha zoua. Era la voz de la prucl('11ci,1. ¡ Y cómo lta!agaba y ju~tifieaba mi pereza I Por lo mismo se me hizo sosp~clwsa. ~Ie dii-igí puPs resuelh1men- - llS -

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