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tra jornada. 1\Iás tarde averigüé que m1estro.s atacantes de la pagoda no eran tales soldado.~ de Ta·se-ling, sino una parti– da de rojos de Yan-pai-xen, compuesta ele unos 50 individuos. Xo se aventtu·aron a atacarnos a fondo, porque según pare– ce, andaban escasos de municiones . Sin más incidentes llega- 1nos al anochecer a los extramuros de King-yang, cuyas puer· tas estaba11 ya cerrndas por Vmor a cualquiera incursión ines– perada de los rojos. La gente de los subu1·bios me saluc16 con entusiasmo. A. la verdad no snspechaba yo que fuera tan po– pular en aquellos barrios, puesto que aim no me había puesto en contacto con sus habitantes ni cambiado con ell?s una sola palabra. Dos documentos traía el teniente: uno para la co- 1nandancia militar de Ging-yang y el otro para el mandaún de la misma población. En ellos se les hacía entrega oficial del misionero l ibortado. Pero como las puertas continuaban cerradas, no había modo de hacerlos llegar a su destino, has– ta que conseguimos ele los centinelas de los muros que los su- 1>ieran en 1111a cestit,a. Después de una larguísima ~spera, más larga aun por un frio espantoso que nos lu1cía castañetear los clientes, la. autoridad militar nos comunicó que el doaumento de referencia estaba en forma; pero que el reglamento pro– hibe termwa1it.emente en ciudades fortifica<las la entrada noc– turna de soldados de otras obediencias, y que en consecuencia habríauios de dormir aquella noche en las afueras , Mis bue– nos fel igreses del arrabal me brinda.ron a porfía el alojamien– to en sus casas; pero yo tenía prisa por arribar a mi residen– cia. aquella misma noche. Por eso insistí que si, a los milita– res se les prohibía la entrada, a mí que era civil se me podían y debían franquear las puertas. Nueva consulta, acompañada <le 1ma espera más prolongada que la anterior . Ffoalmente el comandante de la p,laza en persona se dignó abrírmelas, y a instancias mías consinti6 en que entrara también el teuien– te, si bien sin armas, En King-yang, a donde no ha llegado todavía el lujo del alumbrado público, apenas se dió nadie cuenta de mi llegada. A jmigar por la concurrencia que los días siguientes acudió a la 1·esidencia misional, a saludar y felicitar al mL5ionero libertado, si llego a. presentat·me ele día. montado sobre mi caballo blanco, y previo un avisito a algu- 11a empresa de publ icidad, mi entrada hubiera eclipsado se- - 116 -

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