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tmos 45 años, orinudo de Liug-tung ccrcn de Sianfu . Su ape– llido es Tsang-li-ming. Doblando el espinazo cuanto me lo permitía mi actual molimiento qnise da1:le las gracias. Pno él no me consintió llevar adelante mi intento. El y los suyos, dijo, no habían hecho más q11e cumplir con su deber, y la sa– tisfacción que por ello sentían en sus conciencias era bastante recompensa a sus afanes. Me midió con su mirada atenta de la cabeza a los pies; y viéndome tan hal'apiento, sucio y as– troso, lleno de repugnantes parástiso y hecho un retablo de miseria, me dijo: "Padre Misionero; esos harapos, esos ani– malitos, esas sogas y ese miserable calzado, te honran no po– co y te hermosean sobremanera; son gajes de tu oficio, emo· lumentos anejos al dificultoso y noble ministerio que desem– peñas". Me conocía de vista por l1aberse encontl'ado conmigo cuatro meses antes en Yegnanfu. Allllque sabía q.ue con ello ofendía su reconocida modestia le prometí ponerme al habla con su general de división el célebre 'b:in, confidente e ínti– mo amigo del P. Francisco Intxaurbe, el tu a.utem y el f a.e totum en ín-lin-fu. Yo no quedaba tranquilo sin manifestar a gritos y por todas partes mi reconocimiento a los regulares de Yeguanfu. 86.- Mi vuelta a ca.sa . El distinguido coronel me hiz.o sentar sobre su Ka11g y me dió de comer. Conversamos largo 1·ato sobre los aconte– cimientos del día y sobre la expansión del Comunismo en Chi– na y en el resto del mundo. Tsang-li-miug es hombre leído y sabe lo que pasa más allá de la Gran Muralla. Me aseguró que en manera alguna permitiría que volviese yo solo a mi residencia misional. Por el momento lo más seguro y prácti– co le parecía conducirme a Yegnanfa. Pero en fin, durante la noche cons'Ultaría con la almohada. Y con esto nos retira– mos a descansar. A la mañana siguiente (7 de enero) me lla– mó de nuevo para comunicarme los propósitos o conclusiones prácticas a que había llegado en su meditación nocturna. Me dijo que ya estaban preparados 35 soldados para es<loltarme hasta King·yang; que estos soldados aunque pocos en núme– ro, por lo aguerridos y bien equipados, estaban en condicio– nes de batirse con un grupo de 200 1·ojos, y que una compa- -ll4-

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