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un movimíeñto envolvente. Los rojos en seguida se dieron cuenta del peligro y emprendieron precipitada fuga. Comple– tamente distraídos por aquel interesante espectáculo quedé :muy rezagado de mis compañeros que formaban ,,n la van– guardia roja y huían desalados juntamente con ella. E! tea– tro de la acción era una serie ele lomas separadas entre si por enormes barrancos u hondonadas que aqlú llaman kus y convergentes todas ellas en las cW11bres de una gran mon– taña. Los fugitivos íbamos por una de estas lomas acosado,<; por numernsos xegulares, cuando para colmo de terror y es– panto, obse1·vamos que tanto por la loma de la derecha como por la izquie1·da acuden a la carrera foertes contingentes enemigos pretendiendo ganar antes que nos<Jh·os las cima~ de la cordillera, en cuyo caso nos envolvfan por completo obligándonos a rendirnos a discreción o de lo contrario fusi– lándonos a mansalva. Los momentos era críticos. Nuestra retirada, ha.sta ahora bastante ordenada, va convirtiéndose ,en desastre. Los rojos van sacudiendo ele en<:ima cuando les estorba, y los cautivos arrojan hast.a los hat.illos ele ropa o pedazo de mantas con que se defienden del frío nocturno. A mí me estorba no p?co mi mugrienta y raída piel ele cabra <111e sustituye a la flamante que me regaló ll[a .José y me fué arrebatada, como atrás queda dicho; pero no me desprendo ele ella, porque prefiel'O morir ele un balazo aq Ltella tal'd<'. que de frío a la noche sigiúente. La caballería cubre la reti– rada del ejército rojo, al principio, muy valiente; más tarde corre a la desbandada, sin preocuparse los jinetes má;¡ que de salvar cada cual su pellejo. Yo iba quedando a la retaguar– dia. de modo qne por poco me atropellan los caballos y caba– lleros. Est'JS últimos me intiman a que corra delant(' de ellos. Les respondo que ya no puedo con mi cuerpo; que no me manden imposibles ni exijan de mí que corra como los centan– J'os, ni vuele como el Dragón R'.>jo. "Un caballo, un cabaJlo. ·grito yo también: daclme un caballo y no me dejéis ex11\W,to a las balas del enemigo; un caballo, quiero seguiros y no apartarme jamás de vuestra cnmpaíiía, en la que me va tan bien''. En el altercado el diapasón sube tanto que llama la .atención de Barrabás, quien frunciendo el ceño y apretando los dientes me reitera la orden de 110 rezagarme, 11nw11a1.ánelo- - lOi -
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