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trote cochinero, y por último a galope teudido, corl'iendo desatentadamente sin rumbo ni dirección fija, tan pronto al No1·te como el Oriente o al Occidente. Los que nos dirigíau habían perdido seguramente la brújitla. 85. - La tarde de mi libertad. De grupo en grupo va corriendo la. voz: "¡ La cabaUería enemiga! ¡Que viene la caballería.! ¡Que se nos echa encima la caballería.! El desconcierto es grande entre los rojos. Oye. se gritar por todas partes: "¡ .A las alturas, a las alturas! ¡ corriendo a las alturas!". Los cautivos, rendidos por la an– terior cai-rera de 13 horas y con los estómagos vacíos, d ebía· mos it- a la vanguardia. Los regulares de Yeu-ngan-fu no se habían desanimado ni dado por vencidos con el fracaso de la noche anterior; tenían esta vez más probabilidades de alcan– zar al enemigo, que en su retirada iba dejando sus huellas en la nieve Tecién caída. Siguiéndonos de cerca llega.ron a mar· chas tan forzosas como las nuestras a la posada de San-txia· wan. . . ¡ diez minutos después de haberla abandouado nos– c,tros ! Al llega1· ellos a este punto ya estábamos nosot1·0s a todo coner al pie de los cerros australes del valle. Los cau– tivos íbamos jadeantes, con la lengua fuera, reventados con la impedimenta que como de costumbi·e cargábamos sobre nues– tros hombros. Y los regulares n? cejan. Ya vienen pisándo– nos los talones. Los rojos, aterrados por los xeli.uchos de la caballería regulax y por los silbidos de las balas que hienuen el espacio sobre nuestras cabezas, se atrincheran en los riba· bazos del valle a fin de pl·oteger la retirada, mientras nos conducen a los cautivos a un repliegue de la sierra. Con nosotros iban también los enfermos y débiles Yo observaba atentamente los movimientos de los dos bandos contendien– t es. i\ie do1ninaba la curiosidad de apreciar y juzgar como · testigo de -vista la táctica y estrategia de unos y otros. Los rojos desde sus trincheras contestan con decisión a los regu– lares, tratando de rechazarlos o de causarles cuando menos el mayor número de bajas. Enderezaban sus tiros a los grupos más conipactos; pero éstos se deshacían al punto desparra– ..mándose por todo el valle y amenazando a los contrarios con -106 -

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