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muy enful'l'uñado desde que hicieron :fracasar villana y trai– doramente las últimas negociaciones de mi rescate (n• 81), andaban lejos de nosotros. El únieo superior cuyas órdenes y disposiciones pesaban sobre nuestro gremio era el comandan. te Wu-sien·xen, el hispanófilo. Casi todo el santo día lo pasá– bamos haciendo ejercicios prácticos de conversación chino– hispana e hispano-china. Wu-sien-xen, mi amigo, discipulo y jefe a la vez, me hacía sentar sobre su kong cubierto de alfombra y cantaba como 1m Gayarre la "Internacional" con letra china ent1·everada de vocablos franceses e ingleses que sonaban en su boca cou acento muy particular. ¡ Y qué efecto p1·odueirían en los oyentes aquellas letras y músicas de los países de occidente! Por ser limitadas las atribuciones ele nues– t,1·0 comandante, sólo con tres días de anticipación se le co– municó nuestro cambio de ébmicilio. Cuando quería traza1· algún plan para plazo más largo tenía que consultarlo con el respetable consejo presidido por Barrabás. Por el momento me aseguró que, de no oc.urrir algo imprevisto, permanecería– mos en Se-ho-tai por lo menos tres días. ¡Ya era algo! ¡Ca.– paces éramos de llegar con vida a febrero! La aliment-'lcióu de los cautivos se reducía a un pedazo de morokii pn· barba, sin leche ni condimento alguno. Sin despreciar la ración que me tocaba como a los demás cautivos, tenía yo participación en la olla. que servían a mi ilustre comandante, que natural– mente era selecta y bien surtida. A ella acudía con mi reci– piente cuc.urbitáceo y lo llenaba cuantas veces hacía fal ta hasta acabar los rlllllores de mi estómago. Al que por cierto sentaba muy bien aquellos extraordinarios. El régimen rojo parece et más indicado pai·a las personas inapetentes. El día 5 de enero nevó copiosamente, y los cautivos, des– pués de traer del vecino l'iachuelo el agua necesaria y de or– denar las pilas de la leña, tomamos posiciones sobre nuestro kang, calent.ándolos previamente. Aquello era en verdad al– go delicioso y confortable. No tenía más que un p ero: los miles de piojos que llevábamos encima, reanimados también con el calorcillo de la habitación, nos molestaban Ull poco. Keine Rosen ohne Dom.en. Aquel día tristón y nublado oscu- 1·eció antes ele tiempo. Hice un poco de tertulia con mis con– cautivos, tocando algunos puntos de catecismo, y comenta· -103 -
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