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noche les ataban los pulga.l'cs como queda dicho, y poi· medio de aparatos de invención diabólica les obligaban a pem1anecer ,•n las posturas más violentas e intolerables. Noches enterrus las pasaban en contínuo y angustioso llanto. ¡Qu~ maitines! 1 Qué concierto! Supliqué a mi discípulo Wu-sien-xen tuviera un poco de compasión, de clemencia, siquiera de humanidad para con aquellos seres humanos que tanto sufrían. Me con– testó que ))ara ellos no había perdón. "Que paguen primero el rescate, y después la muerte pondrá término a sus torturas. Son enemig08 declarad o.~ nuestros, y tratan de atajal' nues– tros pasos; son unos malvados, y nos convie11e acabar cuanto antes con ellos. Ni les digas nada; pero paguen o no su res– cate. lo mismo han de morir". ¡ Pobres jó,·enes ! 80. - La entr&da en el año 1934. La celebramos en Pao-tze-tsua11g, d istante como una jor– nada de Ping-t'inj\'-tsuaug, donde había.rnoi; permanecido cei·· ca de un ml.'s En el campamento rojo ~ólo el misionero cau– tivo se dió cuenta del gran acontecimen1 o que aqudl11 fecha ijtííalaba. Los 11.nténticos cl1inos <Jelebra 11 1m Año Nuevo 1•1 pri– n1er mes del afio lunar, pnes el solar adoptado oficialmente por el gobierno no cuenta cou la simpatía popular. Para el niio lunar, tnn grato t.ambién a nuestros aborígenas vascos. faltaban todavía 45 dírui. l\fo; concantivos preocupados con h1 idea de cekbr1u· con sus 1·espectivas faD1ilias la solemnidad tradicional prt•gnutab1m con frecuencia a los carct•leros s1 para esa fecha podrían volver a sus casas en libertad. Una mueéa burlona o uu seco y terminante no era siempre ht res– puesta. También. eu este valle, aunque tranciui~o y seguro en apariencia, cambiábamos de domicilio todas la;; noches. En uuo de estos cambio::; 1uc fné arrebatado por los rojos mi abrigo de pit•l de cabra. E,¡ta preucla, ele más Yalor para mí que todas la., pieles de Rusia, me iba proporcionando no po· cos disgust.os desde q,,e me la regaló el cristiano }fa .José. Por todas J>llrtes le salíau atrevidos pretendiente,¡; eun ,uora– dos, envidio~o.~ ~- codiciosos. ¡Qué paz cuando me ulivia1·011 de ellas: qué rica es la ))obreza ! ¡ í cuán clesa~rad1•ciclos son los que la menosprecian! Cierto que nos prh-a ele algunn,; frus– lt'1·ías; pero ¿ y la libertad y seguridad cJt1e nos da 1 - 99-

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