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iglesias aquella boca de oro, suprimiría cier– tas frases que en su tiempo podían pasar y ahora no; cambiaría algunos de sus temas (no muchos), de sus ser~ones, pero ·su -estilo sería el mismo, porque el estilo de San Juan Crisóstomo es ... San Juan Crisóstomo. Ahora bien, eleve el lector, sin reparo al– guno, ese caso particular a una proposición general y habrá expresado una verdad. La psicología individual sigue al hombre a donde quiera que va, y, si sube al púlpito a predicar, allá sube con él. A un orador se le puede recomendar que hable con claridad, que esfuerce o modere -su voz, que elija esta o la otra materia de pre– dicación, porque todo eso es exterior y está fuera de su alma; pero no le pidáis que cam– bie de estilo, porque el estilo es él; y no .su inteligencia, no .su voluntad, sino su natura– leza, esa naturaleza fija que le ha cabido en suerte, ·o mejor, que Dios le ha dado.

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