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de otro, ni tiente a Dios esperándolo todo de su gracia. · El buen predicador, mientras se prepa– ra, debe hacerló como si todo dependiera de él; y en el momento de predicar, confiar como si todo dependiera de Dios. Muchas normas se dan para la predi– cación sagrada; pero nunca están dichas todas, y estimo los suyas y espero las esti~ marán tambiéi;i los que, por respeto a la palabra de Dios y. a la misión de hacerla fructificar en los fieles, quieran ser dignos ministros de esa palabro. Pido al Señor que muchos se aprove– chen de sus Normas ,de Predicación, y que sean éstas como cauces que ayuden a que la gracia de Dios llegue a las almas sin pérdida alguna de la eficacia, que así tendrá. Repitiéndole mi especial bendición, le saluda su affmo. en Xto. t ENRIQUE DELGADO, Arzobispo de Pamplona Pamplona, 30-4-1958

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