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bres de ·carácter franco y abietto que llaman al pan pan, y al sermón malo, mal sermón. Poneos en sus manos como un enfermo en las manos del operador, para, qiw corte y saje sin miramientos ni misericordia. Eso será' vuestra salvación. De otra mane– ra transcurrirá vuestra vida de apostolado en nn perpetuo engaño. El inolvidable don. Ramón Nocedal, ilustre campeón de la causa católica en España, es– cribió, a los veinticinco años de su vida, una comedia titulada "El Juez de su causa". Cierto día, su padre don Cándido tornó el manuscrito en sus manos para leerlo, Y, al llegar a una d elas últimas escenas, exclamó dando un grito: jMal! jRernatadamente mal! ¡No puede pasar! ¡Estos no son versos, sino coplas de ciego! Y encarándose con su hijo que estaba pre– sente, añadió : Ahora mismo vas al Retiro (era en Madrid) y antes ele anochecer, ha de estar compuesta ele nuevo esta escena, con versos que seait dignos ele ella. Obedeció don Ramón, y a las pocas horas,

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