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La pregunta parece un chiste, pero por lo visto no lo es, porque los hay verdadera– mente frescos e impertérritqs. Ven al auditorio con las señales más evi– dentes de cansancio. Los fieles se han satu– rado ya, y no quieren oír más. Y esto lo ma-. nifiestan con una continua y persistente agi– ta.ción y movilidad. Este hecho traducido al castellano en for– ma tajante se expresa así: ¡Ya puede usted bafar del púlpito cuando quiera, porque nos está usted fastidiando! Pues el orador no se entera de eso o no quiere enterarse; y sigue hablando, no a los fieles que ya no le escuchan, sino al espacio o a los muros del templo. Como todas las cosas de este mundo aca– ban alguna vez, también aquel sermón termi~ na; pero mucho antes que (')l sermón, acaba la paciencia de los oyentes, que ya en adelan– te, nunca aciertan a pensar en él, sin acordar– se al mismo tiempo de las matracas de Se– mana Santa.

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