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63 A los pocos segundos de aparecer en lasa– grada cátedra, se elevan verticalmente y des– aparecen de la vista de sus oyentes, quedando sólo visibles al pequeño grupo, con el cual han soñado. Y allí, cerniéndose en las alturas, se dedi– can a practicar toda suerte de acrobacias in– telectuales y literarias, :ideas 'peregrinas, an– títesis, rasgos de erudición, citas numerosas de autores, con preferencia modernos, y a ve– ces enemigos de la verdad· católica, de los cuales, para alardear de imparcialidad, ha– blan con la mayor estimación y respeto... Y así pasa el orador su tiempo, haciendo ostentación ante los suyos de toda clase de conocimientos, no precisamente teológicos, es– criturarios ni ascéticos; sino físicos, astronó– micos, biológicos, etc. que son, a su entender, lo~ que dan más lustre al orador. · Y concluída su tarea, digna de un ateneo y no de un templo católico, desciende el ora– dor de la tribuna sagrada tan tranquilo, como si su actuación no mereciera la repulsa de
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