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60 bles al que oye hablar, no solo para producir sonidos. Para eso con un tambor bastaba. El estilo debe ser sencillo y no elegante, si la predicación es popular; porque el estilo elegante, o como llaman adornado, exige pa– labras que el pueblo no entiende ni usa nun– ca. Pongamos un ejemplo. En una homilía parroquial dice el predi– cador, al relatar un suceso: El señor aquel .se inhibió del asunto, porque se apercibió sú– bitamente de que no era de su incumbencia. ¿Qué entiende el pueblo de esta frase? Nada. Inhibirse, súbitamente e incumbencia, son palabras nuevas para casi todos los oyentes y oírlas es para ellos como oír hablar en griego. La frase popular es esta : Aquel señor no quiso mezclarse en el asunto, porque vió que no le pertenecía. Esto es claro, sin dejar de ser correcto. Se– rá menos fino, pero el ministro de Dios no
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