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5o sonata, empieza a _agitarse y conmoverse el auditorio, como pidiendo un cambio de re– gistro, dirigiendo una mirada de afecto y de súplica al orador, que quiere decir: "Muy bien, sí; todo lo que nos predicas es verdad. Nuestra Virgen es eso y mucho más. Pero, hi– jo mío, no grites tanto, que estamos cercá'. Pero el orador no está entonces para per– cibir detalles; y en su alma hay entusiasmo, no para un sermón solamente, sino para un novenario entero : así es que continúa sin misericordia el fortísimo con que empezó, has– ta llegar al final. Ese es el panegírico, que deja al pueblo entre entusiasmado y aturdido; porque allí no ha faltado nada, ni originalidad, ni ideas, ni sentimientos, ni imágenes ni elocuencia... Pero lo que ha sobrado son los gritos. Si este caso fuera insólito, amado lector, no había por qué detenerse a describirlo; pe– ro es frecuentísimo, especialmente en las gran– des solemnidades religiosas, en que todos gri– tan, el pueblo en la calle, en el coro los can-
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