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41 . Del mismo modo esas partículas gramati– cales .derramadas a centenares en un discur· so, lo perfeccionan, y le dan ante los oyentes un aspecto atrayente y agradable. Bien lo saben y lo practican así los locu– tores de radio y los actores de cine, y por eso .se les escucha con tanta complacencia. Hay ya muchos sacerdotes, especialmente entre los jóvenes, que han tomado buena no· ta de este hecho conocido, y lo imitan bien, mejorando notablemente su oratoria. ¿ Qué diría un orador~ que acaba de es– tropear su sermón con una pronunciación des· cuidada, si oyese seguidamente ese mismo sermón declamado por uno de los artistas arriba citados? Diría seguramente lo que dijo el célebre escultor Martínez Montañés, cuan– do vió por primera vez salir por la puerta de la Catedral de Sevilla el Jesús del Gran Poder. Entre las exclamaciones de asombro de la multitud, se mezclaron también las del· artis– ta, que, ·mirando embelesado a su misma

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