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Debe además tener cuidado en pronun– ciar todas las palabras, todas las sílabas y to– das las letras, sin hacer diptongos donde no los hay, ni sincopar nunca los vocablos. Si hace lo contrario, se expone a que di– gan de él lo que decía aquel aldeano al salir del sermon: ¡Cuánta hambre ha traído a nuestra tierra este predicador, que hasta las palabras se come! No es lo mismo decir: todo los hombres que todos los hombres; en buen armonía que en buena armonía; convien a saber, que con– viene a saber. Se dirá que estas son pequeñeces y es verdad que cada una de ellas lo es. Pero casi siempre la obra de arte está formada de un conjunto de pequeñeces. Una nota es una pequeñez, pero millares de ·ellas reunidas y sabiamente combinadas, componen una hermosa pieza musical. Un cuerpo minúsculo como una lentejue– la, es una pequeñez; pero con unos cuantos millares de ellos. se puede formar un mosaico, que sea una verdadera maravilla.

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