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35 después le teme y al fin, le trata co);l. entera confianza, .como a su, mayor amigo. El león que le asustaba, y que nunca es tan fiero .como lo pintan, ha acabado por echarse a sus pies, y el orad0r ya .no le. tiene miedo. Pues esa es precisamente su hora. Si persiste tenaz en su propósito de com– poner siempre y aprender todo el sermón, su labor es de lo más fácil, y, "pasado algún tiempo, verdaderamente deliciosa. Sin preocuparse ya de lo que ha de decir, su atención se dirige .totalmente al modo de decirlo. Es dueño de sus brazos, para moverlos moderadamente y según todas las reglas de la oratoria; dueño de su voz Pitra darle toda clase de inflexiones; dueño de. sus movimien– tos, para n? exagerarlos nunca; su frase es siemp;e correcta porque está escrita; sus ideas van orden~das, porque las ha ordenado él de antemano; no repite jamás nada, por~ que en la facultad del escritor está el evitar las repeticiones; y, dueño totalmente de sí

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