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3o meramente para ellos mismos y después pa~ ra sus sucesores en el apostolado. Entrese, pues, con libertad por esa selva de piezas oratorias publicadas y tome de allí todo lo que le convenga; planes, puntos de vista, ideas, y hasta párrafos e1üeros, etc. Y .en casos de apuro tome a peso todo el pane– gírico o el serm6n y láncelo con libertad ín– tegro por el púlpito abajo. Eso se ha hecho mil veces, eso se hace bor, y eso es muy racional que pueda hacerse y que se haga. ¿Por qué un sermón que ha producido mucho bien en las almas no ha de producirlo indefinidamente? ¿No se repiten, por esos teatros, las buenas obras musicales, s6lo por– que son magistrales, halagan al oído y des– piertan emodones agradables? Claro qÚe el oficio tiene sus quiebras; pero esas quiebras son de orden puramente humano, y hay que despreciarlas; porque an– tes es el bien de las almas que el amor propio. Y a· quien te sorprenda ese hurto, no pro– hibido por la ley, y te lo eche en cara, puedes

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