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20 cía sobrenatural, y escriben de las cosas de Dios, singularmente santa Teresa, como escri– birían los ángeles, si escribieran. Esos, entre otros muchos, son los autores que te recomiendo para tu instrucción sacer– dotal relacionada con la predicación. No sacrifiques tu tiempo y tu salud, le– yendo a medianías. Lee siempre autores que te asombren por su elevación intelectual, y ante los cuales te sientas pequeño, como se siente pequeño un individuo cuando se encuentra dentro de la Basílica del Vaticano o ante las Pirámides · de Egipto. Estos hombres ilustran y además hacen pensar. Parece que se siente uno crecer al ponerse en contacto con ellos. Si los lees con asiduidad y atención, el círculo de tus ideas irá ensanchándose de día en día; crecerán en número, y crecerá tam– bién, por consiguiente, el número de las com– binaciones que pueden hacerse con ellas; y, al tomar la pluma en la mano para componer tu conferencia o tu sermón, espontáneamente

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