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Escribe S. Juan de la Cruz en la Anota– ción que precede a la Canción XXIX de su "Cántico Espiritual". "Adviertan pues aquí los que son muy ac– tivos, que piensan ceñir al mundo con sus predicaciones y obras exteriores, que mucho más provecho harían a la Iglesia y mucho más agradarían a Dios (dejado qparte el buen ejemplo que de sí darían) si gastasen siquiera la mitad de ese tiempo en estarse con Dios en la oración. Entonces harían más y con me~ nos trabajo con una obra que con mil, mere– ciéndolo su oración, y habiendo cobrado fuer– zas espirituales en ella; porque de otra mane– ra, todo es martillar y hacer poco más que nada, y a veces nada, y aún a veces daño." La experiencia confirma la verdad de esas gravísimas pal.abras. Nunca se ha predicado tanto como hoy; y, aunque se consiga fruto, creo que no co– rresponde ese fruto a la actividad desplegada para conseguirlo; y' la causa principal es, in– dudablemente, la señalada por S. Juan de la ·Cruz.

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