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convencerás; pero con dificultad convertirás a •nadie. Eso de conseguir que un alma pase, c'on todo su amor, del mal al bien es una obra di'– vina; ("opus maximum Dei" lo llama Santo Tomás) y eso lo hace Dios, unas veces por Sí mismo y otras por medio de sus amigos, y cuanto más Í11timos, mejor. Si un predicador dice desde el púlpito : "hermanos míos, amad a Jesucristo" ¿quién ,no amará a un Dios tan bueno, que nos ha creado y ha muerto por nosotros en la Cruz? Lo más probable es q1.rn el pueblo oiga esas palabras sin especial emoción. i Las ha oído tantas veces! Pero si las dijera San Francisco de Asís, la emoción sería profunda y nueva. Le pare– cería al pueblo que las oía entonces por pri– mera vez. Es que no es lo mismo decir simplemente "amad a Jesucristo", que decirlo, teniendo a la vista del público las manos horadadas por el amor.
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