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«Mientras los hombres o las cosas, es– cribía Mgr. Bougaud, están delante de nuestros ojos pensamos en ellos, los amamos, pero que dé un paso el tiempo, que entre ellos y nosotros tienda el espa– cio ese triste velo de separación, y no tardarán en palidecer; y aún los más grandes acontecimientos, las almas más encantadoras, lo que más profundamen– te había conmoyido a un siglo, o lo que más le había arrobado, al cabo de dos o tres generaciones, ¿qué queda de ello? El ensueño de un suefío, que dijo un poe– ta. Así, nada deja por hacer el hombre , para luchar conlra el olvido. Levanta es– tatuas, edifica pirámides, hace rodar blo– ques inmensos, construye monumentos, y les dice: Me voy; antes de una hora. habré desaparecido· permc;meced en lu– gar mío; impedid que el olvido devore mi recuerdo.»