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¿Quién tiñó de palidez y de tristeza ese rostro cuyos tintes y colores semejaban un vergel de lindas flores donde holgaba placentera la belleza? ¿Por qué, oli Madre de clemencia, unos hierros traspasaron inhumanos esos pies y aquesas manos perfumadas de candor y de inocencia? ¿Por qué así una fiera lanza con insólito despecho de Jesús tomó venganza desgarrando el blai1do pecho do encontraba el pecador mullido lecho? 61 ¿Por qué, oh Madre,· qué delito cometieron esos miembros y esas carnes inocentes que a$í todas 1.as quebraron y rompieron y su sangre derramaron a torrentes? Ya no ríes, oh María, ya no ostenta tu semblante la hermosura y alegría que inundó todo tu cuerpo en el instante en que el ángel aquel «Ave» te decía. ¡Pobre madre ... desolada! con el alma dolorida hablar quieres al que muerto da la vida... pero ¡ay! cuando tu tristísima mirada clavar logras en la faz ensangrentada del divino Redentor, 1 silenciosas ves que llegan

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