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66 ¿Es aquel Jesús a quien las gentes intentaban encumbrarle sobre un trono; y doquiera le seguían reverentes pregonando su virtud y poderío? ¿Ese aquel a cuyo mando y señorío se rendía todo el mundo sin encono, que la muerte devolvía sus despojos, que cesaban los gemidos y lamentos, que sanaban paralíticos y cojos, y los hórridos y fieros elementos deponían sus furores turbulentos? ¿Quién, oh Madre, le paró de aquesta suerte, quién le dió tan fiero pago? ¿quién en él causó tal riza y tal estrago que acabó con él hiriéndole de muerte? . ¿Quién, oh madre atribulada, traspasóle con cambrones y espinas sil cabeza hermoseada y sus sienes virginales y divinas, que ceñías de corona entrelazada con jazmines y vistosas clavelinas? ¿Quién cerró y cubrió de luto y de amargura esos ojos, donde como en un espejo contemplabais su candor y su hermosura de sus nítidos fulgores al reflejo? ¿Quién tapió tan fuertemente sus oídos que yacían siempre abiertos y patentes a escuchar los melancólicos gemidos de los míseros dolientes de los tristes, apenados y afligidos?