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52 tos que doquiera afables ahuyentaban el lúgubre penar y el desconsuelo; y su faz antes pura y sonriente ¡cuán afeada está, triste y doliente! Esos sus dulces e inocentes ojos que amorosos con sola una mirada arrojaban por tierra los enojos y atraían la oveja descarriada apenas ven la luz del sol, velados por la sangre que fluye de los lados. Ya no anima su plácido semblante la encantadora y celestial sonrisa que el dolor ahuyentaba en un instante y acariciaba el alma cual la brisa; teñido está de lúgubre tristeza y el dolor ha borrado su belleza. Los brillantes y límpidos cabellos que esmaltados de auríferos colores excedieron del sol a los destellos y a las más puras y vistosas flores, por su divina faz caen cuajados para velar sus ojos apagados. Su cabeza bendita y adorada que asilo siempre fué de paz suprema se muestra y aparece coronada, mas ¡ay! que no es de celestial diadema.....

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