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44 ¡Qué lindo eres y qué hermoso clavelito de mi huerto! más suaves son tus perfumes que los de mirra e incienso. Tú eres toda mi alegría, mi dicha, gozo y cémsuelo. Sé que tendré que apurar las heces del sufrimiento; pero estando tú a mi lado todo se me hará ligero. ¡Oh hijo de mis entrañas, oh hijo de mis desvelos! descansa, duerme tranquilo, no tengas el menor miedo.» Y mientras su buena madre le dice tales requiebros una y otra vez le abraza y lo estrecha contra el pecho mientras lo mece y arrulla con indecible consuelo. De pronto Jesús sonríe, despierta del grato sueño y con infantil candor sus ojos entreabriendo los clava en los de María y le lanza al mismo tiempo una celestial sonrisa capaz de alegrar los cielos. Su buena madre enloquece de placer y de consuelo, '

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