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pero en brazos de su madre el niño sigue durmiendo. En los montes que rodean los circunvecinos pueblos se oyen apagadas voces de rústicos zagalejos que desvelados trasnochan por temor al lobo fiero; pero el agraciado niño sin temor sigue durmiendo. Duerme, si, niño querido, duerme en paz no tengas miedo, que si alguno te persigue sobre tí velan íos cielos. Jesús, pues así se llama ese lindo pequefíuelo, todavía sosegado y alegre. sigue durmiendo. Su tierna madre María en plácido arrobamiento contempla henchida de gozo a ese clavel de su seno; y tanta alegría siente al ver su hijo tan tierno que dos torrentes de perlas de los sus ojos naciendo por su rostro se resbalan hasta humedecer el suelo. Úna y otra vez le mira vuelve a mirarle de nuevo

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