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¡Oh qué niño tan hermoso, qué lindo es y qué bello! Pequeñín tan agraciado nunca los mortales vieron. De grana y· ópalo el rostro... y qué tranquilo y sereno. . ¡Oh y cuán ensortijados 1 los bucles de sus cabellos! ¡y qué fresca su boquita y sus labios sonriendo cual la flor cuando descubre su cáliz entreabierto para que· al nacer el sol le dé un amoroso beso! Y con qué tranquilidad el niño sigue durmiendo... Allá en fragorosa sierra sé oye el retumbar del trueno los rugidos y bramidos de huracanados vientos; pero el inocente niño tranquilo sigue durmiendo. En titánicos peñascos que se yerguen desde el suelo cual monstruosos gigantes que desafían al tiempo se escucha el triste graznido y el misterioso aleteo de las aves de rapiña colocadas en acecho; 41

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