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38 que allí encienden los pastores cabe ocultos ventisqueros. ¡Triste noche! ¡triste noche! noche del helado invierno. ¡Ay del pobre mendigante que marcha de pueblo en pueblo traspasando hirsutos montes cruzando valles y cerros por ver si alguno le tiende un miserable sustento! ¡Ay del triste caminante que sin fijo derrotero yerra y divaga sin tino por tortuosos senderos! Desdichado aquel marino que sus fuerzas esgrimiendo con la tempestad se bate alejado de su puerto. Belén, ciudad de David y encanto del mundo entero dormíase sosegada en aletargado sueño. Tétrica es la oscuridad que allí reina y el silencio; ni un leve rumor se escucha, tan sólo el mugir del viento que sin compasión azota las palmas y los abetos. Ser diríase Belén

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