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106 Juntos subimos embargada el alma, embargada de célica alegría subimos en tu dulce compañía del diaconado a recibir la palma; aun siento la emoción, la dulce calma que el Espíritu divino generoso, al henchir nuestro pecho venturoso, dejó de gloria inundada el alma. Del sacerdocio para hallar la altura restaba por subir solo un peldafío; ¡no tuvo, no, su corazón engafío, era su anhelo aquel y su locura! ¡Oh! sí, pisaba ya dfa tan fausto, víctima era de su brazo Cristo, alzó el cuchillo, el golpe ya previsto, mas conmovido del terrible acto, él mismo quiso ser el holocausto. ¡Animo grande, pecho valeroso, a Dios quiso vencer en generoso! ¡Yo sé, yo sé muy bien to que sentía, conozco yo su pecho de gigante, émulo del Llagado de la Umbría, ¿qué importará, abnegado se decía, ¿qué importará al secuaz del Poverello, a quien sigue as huellas del amante qué importará que el broche de diamante en tierra se lo impongan o en el cielo? Fr. Evangelista de Auto!. Recitada en la velada el dío 23 de Enero 1922.

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