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VIII Y cómo le retozaba la risa en los la– bios, y bullíale el gozo en el corazón, y la alegría se extendía por toda. su alma, al pasar los ojos por las bellísimas pá– ginas de Ozanam) por el encantador poe– ma de Verdaguer, y por las sustanciosas y magistrales obras del P., Hilarino Fel– der, de Thocle) y tantas y tantas obras franciscanas, leídas y estudiadas, si me es permitido expresarme así, más que con su inteligencia con su apasionado corazón: Y seguía soñando ilusiones y seguía formando proyectos ¡qué grandes! ¡qué gr;mdes! ¡qué bellos! ¡qué bellos! ¡Cómo contrista grandemente el ánimo el ver que esas ilusiones tan hermosas, tan factibles, no hayan llegado a ser venturosa realidad; que esos generosos impulsos hayan. sido segados prematu– ramente en pleno verdor y lozanía! Y pensar que la muerte envidiosa coronada de horrible beleño e ,n sonrisa infernal le acechaba

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