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102 parece otro Cristo el buen Nazareno, cuando en brazos amigos camina al entierro; . con honda tristeza se movía aquel triste cortejo, y a su paso las flores hermanas levantaban sus frentes del suelo y a su Padre ofrecían llorosas aromas y dejos, fragancia y perfumes suspiros y besos. El sol moribundo detenía su carro de fuego, y bañaba de lumbres y ardores aquel rostro radiante y sereno. Las aves sencillas, olvidaban sus nidos e hijuelos, y en bandadas cruzaban los aires de su padre y amigo al encuentro, y posadas en torno del Santo, desgranaban tan dulces acentos que embriagaban de júbilo y gozo su lánguido pecho. Francisco mirólas, con hondo contento, vió entre tibios cendales de brumas su ciudad perfilarse a lo lejos, y cual cisne que en su hora postrera lanza al aire armoniosos arpegios,

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