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i Qué recogimiento, qué modestia, qué afabilidad! ¡ A cuántos ganó para Dios con sus buenos consejos . y amonestaciones, cuántas enemistades extin 5 uió, a cuántos afligidos consoló, a cuántos enfermos sanó con sus oraciones! Recibía la limosna material, pero la retribuía centuplicada con la limosna espiri– tual: Era mirado como un Santo. La vida externa de Fr. Ignacio era ésa: buscar el pan <:otidiano para sus herma:ios, de puerta en pi:erta, al mismo liempo que hacía cuanto bien podía, espiritual y material, a todos aquellos con quienes tropezaba en su c1,.mino; pero su vida interna era muy otra, era una vida e.e amor diYino; su corazón era un horno de ~aridad. Todo lo que hacía, todo lo que padecía, todo iba animado, vivificado por ese mnor de Dios. Por eso era su fras,,, favorita lo mismo cuando recibía 1111a muestra de aprecio que cuando se le hacía una ofensa o un desprecio:. "Sea todo por amor de Dios". En lo que mu– cho se ama, mucho se piensa; así él todo el día y casi toda la noche los pasaba pensando en Dios, en Jesucristo sacra– mentado; j qué horas tan largas y tan deliciosas pasaba ante el Sagrario! Las noches se le hacían breve5; pasaha con Jesús sacramentado todo el tiempo que le dejaban libre sus ocupaciones. No salía del Convento sin ir antes a pedirle su btmdición y al volver de nuevo se dirigía a la iglesia con el mismo fin; y al pasar por delante de una iglesia no podía dejar de entrar a saludar a su Señor sacramentado y decirle una pala– bra de cariño. El amor a Jesús sacn:mentado se identifica con el amor a Jesús crucificado; para eso instituyó Jesucristo la Eucaris– tía, como lo dice la Santa Iglesia en la oración de este mis– terio: "Deus, qui nobis sub sacramento mirf.bili Passionis tuae memoriam reliquisti . .. ", "Oh Dios, que bajo un sacra– mento tan admirable nos dejaste la memoria de tu Pasión ... ". Siendo, pues, en Fr. Ignacio tan grande el amor a Jesús sa– cramentado, no había de sn inferior el que profesaba a Jesús Crucificado. La Pasión de Jesucristo la llevaba profundamente impresa en el corazón. Meditaba en ella noc:he y día, y como no sabía leer, rogaha con frecuencia a uno u o~ro Hermanito que se la leyera en el Evangelio. La vista de Jesús crucificado - 99 -

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