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hecho con esa limitación, es rechazado, pero su nombre es inscrito en la lista de los que han jurado. El se apresura a prot~star oficialmente; y aun hace más, escribe un folleto en el cual con un valor todo apostólico de– nuncia el juramento corno apostasía, y llama a los que invitan a emitirlo, seductores enmascarados. El día 14 de agosto de 1792 el P. Apolinar es conducido por orden de la Asamblea Nacional al conYento de los Padres Carmelitas Descalzos, que servía de cárcel por aquellos días, y donde había ya obispos y sacerdotes, cuyo número iba cre– ciendo cada día. La llegada de nuestro Capuchino, con su ánimo valeroso, eon la alegría. que se reflejaba en su rostro, como lo asegu_ra uno de los presos, que pudo escapar casi milagrosamente, sir– vió en gran manera para animar y fortalecer a los que allí se hallaban prisioneros. El domingo por la mañana, 2 de septiembre, ruidos si– niestros se extienden por la ciudad, las prisiones son inva– didas. Los comisarios hacen la lista de los prisioneros; pero atropellados, ceden su lugar a los bandidos reclutados en las bodegas y tabernas de la Capital, los cuale;; armados de picas, de espadas, de cuchillos, etc., . quieren hacerse los ejecutores de las sentencias decretada;; en las alcaldías y en los clubs. A la vista de aquella turba endiablada, todos los prisio– neros se arrodillan, reciben los unos de los otros la absolución sacramental, se encornien:lan al Señor, y le ofrecen su vida. Obligados a salir de la iglesia, en un próximo jardín son todos sacrificados en pocos momentos; el catálogo de los már– tires se aumentaba con 191 mártires más; entre ellos estaba nuestro Padre Apolinar. El 17 de octubre de 1926 el Soberano Pontífice Pío XI puso un sello de inmortalidad sobre los restos de estos 191 mátires ejecutados en la prisión de Carrnona, elevándolos al honor de los altares. - 91-

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