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Yilla a Galicia, de Valencia a Salamanca, de Jaén a Zaragoza. En todas partes el paso del hombre de Dios deja señales de triunfos alcanzados, que se recuerdan con entusiasmo aun después de un siglo de sucedidos. Las iglesias resultaban pequeñas para las inmensas multi– tudes que acudían a oírle. Tenía que predicar muchísimas veces en las plazas más amplias, desde un balcón o de una tri– buna. Siendo como era de elevada estatura y de rostro venera– ble, se imponía al auditorio aún antes de empezar a hablar. Su voz clara, grave y potente se hace oír desde grandes dis– tancias. Esta se anima, se enciende, se hace penetrante, llega hasta el fondo de los corazones, los conmueve, los domina, y los sostiene, sin respirar, una hora, dos horas, y más algunas veces, pendientes de sus labios. La peroración es de una fuer– za irresistible; es siempre un acto de contrición. Toma el cru– cifijo en sus manos, lo contempla, como extasiado, y empieza con El un coloquio emocionante. El auditorio no puede más, rompe en lágrimas y sollozos, y es en medio de acentos de dolor y protestaciones de fidelidad al Señor, como tiene tér– mino la escena. Cuando baja del púlpito para volver al Convento, hay que protegerlo con una escolta contra la devota indiscreción de la gente, que quisieran todos besarle el hábito, y aún cortarle. pedacitos del mismo como reliquia. Predicaba tres y cuatro veces en un mismo día, . y no se advertía en él fatiga alguna. Sus misiones duraban cuatro, seis semanas, e ibao de ordinario precedidas de Ejercicios espirituales, en los que pre– dicaba al Clero, el cual venía a ser su auxiliar durante la mi– sión, especialmente para atender a los innumerables peniten– tes, que querían terminar la Misión con una buena confesión. No contento con predicar al pueblo, predicaba también a las Comunidades religiosas, a los soldados, a los presos, y no rehuía dictar a los magistrados mism,9s ·conferencias especia– les, recordándoles apostólicamente sus · deberes. Dios hablaba por su boca, y un día, en Málaga, pudo de– cir con el acento de dolor más profundo: "Desdichado pue– blo!. En este día, que ya está por terminarse, se han come- - 86 -

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